(Publicado originalment en Irish Times. Traducido por el Sectorial de Traductores de la Asamblea Nacional Catalana.)
En Portugal, el presidente Pedro Passos Coelho
perteneciente al ámbito político de la derecha, decidió ignorar la decisión
popular y no invitó a formar gobierno a la mayoría integrada por las
izquierdas. A su vez, el exministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis
recorre Europa intentando explicar que el 60% de los griegos votaron no al plan
de austeridad de la Unión Europea, aunque el gobierno los ignoró y acabó aceptando
dicho plan. Y en Cataluña, el gobierno español nos repite cada semana que no
tenemos ningún derecho a decidir, pacífica y democráticamente, nuestro futuro
político. ¿Cuándo empezó Europa a tener tanto miedo a la democracia?
Hace dos semanas en Cataluña, el recién constituido
Parlamento presentó una resolución fundamentada
en el programa electoral conforme al cual fue elegido, declarando el "inicio del proceso de
creación de un estado catalán independiente en forma de república". La
prensa y el gobierno españoles lo calificaron de golpe de estado y de "provocación",
respectivamente, mientras que la prensa extranjera se ha inclinado por
definirlo como una manipulación orquestada por parte
del actual presidente catalán, Artur Mas, para aferrarse al poder y al mismo
tiempo crear una cortina de humo para esconder la corrupción de miembros de su
partido.
Esta total falta de comprensión proviene de no
haber prestado la debida atención durante muchos años. El pueblo de Cataluña ha
ido avanzando en la última década de modo inexorable y estrictamente
democrático, hacia el momento actual.
La promesa de la democracia consiste en que si
uno no está satisfecho con su gobierno, puede cambiarlo votando. En España,
esta promesa se ha incumplido repetidamente, a veces brutalmente por parte de dictaduras.
Un tercio de la población todavía puede contar anécdotas de primera mano de la
última vez que ello ocurrió. Europa hizo concebir la esperanza de que podría civilizar
España e implantar la democracia y Cataluña se lo creyó.
Echar leña al fuego
Desde la muerte de Franco en 1975, Catalunya
ha hecho todo lo posible para que la relación funcionara. Hemos contribuido
económicamente en mayor medida de lo que nos correspondía – y a causa de ello
hemos acabado en peor situación económica que
nuestros vecinos − intentando
llevarnos bien. Hemos defendido tenazmente nuestra cultura y nuestra lengua en
un estado que dice que siente interés por ellas, pero en el que en realidad se imparten
menos clases de catalán que en el
Reino Unido, Francia, Alemania o los Estados Unidos y que prohíbe utilizarlo en
sus propias instituciones, como el Congreso y el Senado y en las de Europa como
el Parlamento Europeo. Al mismo tiempo, hemos aprendido español y nos
gusta la literatura española. Hemos financiado mediante aportaciones privadas
carreteras, líneas aéreas y conexiones con el
aeropuerto, mientras que España
dilapida el dinero en trenes de alta velocidad con destino a una localidad de 28 habitantes.
“España organiza una campaña del miedo que avergonzaría a Better Together y
sin embargo, hemos vuelto a ganar con más votos incluso que en ocasiones
anteriores.”
En 2005 y 2006, con la configuración posible
de partidos más favorable en Madrid y Barcelona, los catalanes realizaron un esfuerzo con la mejor
buena fe posible para negociar un mejor
encaje. Pero Madrid no cumplió sus
promesas. La lista es demasiado
larga para reproducirla aquí, pero la frustración generada en Cataluña, la humillación
que todavía sienten los catalanes al pensar en el modo en que el anterior presidente
español (que lo fue hasta 2011) prometió apoyar el
estatuto aprobado por el Parlamento catalán,
y en cómo el entonces diputado Alfonso Guerra se jactó después en una
entrevista de haber “cepillado” el
estatuto, no pueden ser subestimadas. El PP, actualmente en el poder, añadió
más leña al fuego al llevar el estatuto ya recortado al Tribunal Constitucional para que
lo redujera todavía más.
Una nación diferente podría haber respondido
con la violencia. Cataluña respondió con la movilización y la democracia. A
partir de pequeñas manifestaciones en 2006 y 2007 en apoyo
del estatuto, 10.000 personas
participaron en una manifestación en Bruselas (a 1.300 km
de distancia) y en 500 poblaciones distintas se organizaron consultas sobre la
independencia con votaciones escrupulosamente
organizadas por 60.000 voluntarios, en las que participaron 850.000 personas
sin ningún soporte institucional. Se
realizaron encendidas de velas,
carreras en bicicleta, actividades de escalada, vídeos, conciertos, cenas,
campañas puerta a puerta e incontables discursos. Después de esperar
pacientemente durante cuatro años la sentencia de un Tribunal Constitucional
cada vez más politizado que no podía tolerar la palabra “nación” ni en el
preámbulo del estatuto, un millón de personas se
manifestaron− pacíficamente – tras una
pancarta que expresaba claramente sus sentimientos: "Somos una nación.
Nosotros decidimos." Queremos democracia,
queremos votar.
De nuevo, la respuesta del gobierno español
fue un no − no a un estatuto mejorado, no a un pacto fiscal. España tampoco
cumple su palabra en lo que respecta a compromisos relativos a inversiones
adicionales o incluso a las inversiones anuales en infraestructuras. Existen
partidas aprobadas y presupuestadas que simplemente no se pagan. Carreteras,
puentes y conexiones ferroviarias prometidas no han llegado a
licitarse nunca. Cuando la UE establece
límites a la deuda que puede contraer España, el estado se reserve la mejor
parte para él y establece un límite para
Cataluña y otras comunidades
autónomas del 1,5%, aunque ello requiera, en el caso de Cataluña, 4.000
millones de euros de recortes en su presupuesto, a pesar de tener transferidas
las competencias de sanidad, servicios sociales, educación y policía local.
España aún no entiende la democracia
Una vez más, el pueblo catalán respondió con
democracia. La recién constituida Asamblea Nacional Catalana organizó nuestra primera
manifestación en 2012 y obtuvo una
respuesta masiva – 1,1 millones de personas salieron a la calle sin romper ni
un escaparate. El objetivo siempre es el mismo: tener voz, tener voto, democracia.
Cuando el actual presidente del gobierno español Mariano Rajoy se negó a
adquirir ningún compromiso, el
presidente convocó nuevas elecciones con la promesa de un referéndum.
En 2013, conseguimos que 1,5 millones de personas formaron una cadena
humana de un extremo al otro de nuestro territorio, a lo
largo de 400 km. Y además, cientos de miles de personas se inscribieron
previamente con su nombre, apellido y número de DNI y 30.000 voluntarios
trabajaron para garantizar que no existieran huecos en la cadena humana. Todo
lo que queríamos era votar. Esta vez fuimos recompensados con una pregunta y una fecha para el
referéndum.
En 2014, nos superamos con una bandera catalana de 11 quilómetros en forma
de V de Votar en las dos avenidas más anchas de Barcelona. El 9 de noviembre,
desafiamos al gobierno español que nos dio la espalda en el Congreso de Madrid,
anuló la ley del Parlamento catalán y posteriormente ilegalizó nuestro “proceso
participativo” alternativo, diluido y realizado por voluntarios: 2,3 millones de nosotros
votamos de todos modos. Europa
debería estar orgullosa de estos rebeldes e inspirarse en ellos. Este año hemos
puesto el énfasis en diez objetivos de un futuro estado catalán: la democracia fue el
número uno.
Nosotros respetamos las reglas. España
contraataca anulando nuestras leyes, insistiendo en que las corridas de toros
son un patrimonio cultural que no
podemos prohibir, impidiendo que nos
ocupemos de aquellas de nuestras familias que
necesitan ayuda para gozar de los suministros en enero con la increíble excusa
de la "igualdad" y una docena de medidas más. Los informes policiales
fantasma y los registros con asistencia
de los medios de comunicación incluida en sedes
de partidos políticos parecen estar dirigidos a debilitar y dividir a nuestros
dirigentes políticos, mientras que casos de mayor
envergadura y más substanciados no tienen
ninguna cobertura, lo que pone de manifiesto el motivo real. España aún no
entiende la democracia.
España siempre dice no, no, no. No sois una
nación, no podéis votar, no
importa lo que penséis, nos pertenecéis. En respuesta, los catalanes no pelean,
no gritamos, ni rompemos nada. En lugar de ello, el presidente convoca las únicas
elecciones que puede convocar
legalmente para que los catalanes puedan expresar su voluntad en las urnas:
elecciones parlamentarias, el 27 de septiembre de 2015, que se formulan como un
referéndum. España organiza una campaña del miedo que avergonzaría a Better
Together. Y hemos vuelto a ganar. Más
votos que en anteriores ocasiones. Mayoría de escaños y casi 10 puntos
porcentuales más que los del No. Un mandato democrático para alcanzar un estado
independiente. Esta es la manera de hacer de Cataluña. Democracia, pacífica y decidida. No nos tengáis miedo. Aceptadnos.
Aprended de nosotros.
Liz Castro es escritora y editor y presidente
de la comisión internacional de la Asamblea Nacional Catalana. Seguidla en
Twitter en @lizcastro.
No comments:
Post a Comment